«El objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior». Aristóteles.
Si nos permitimos hacer una revisión histórica de la humanidad, observamos desde tiempos arcaicos, múltiples prácticas de expresión que en su forma más simple, contemplaron desarrollos y demostraciones artísticas, que permitieron: comunicar y transmitir mensajes, simbolizando diferentes aspectos del mundo o de las condiciones propias del ser humano, y en especial, la representación a través de las formas, los colores, los sonidos y el movimiento, de las relaciones y los nexos que como especie generamos con los otros, con el planeta, con nuestro mundo interior y con las dimensiones intangibles y espirituales.
Más allá de ser herramientas de comunicación, las prácticas artísticas también han sido medios por excelencia para la liberación emocional y mental, la catarsis, el vínculo y unión entre comunidades, y en general han permitido hasta el día de hoy que logremos representar la vida y transitarla con sus múltiples matices y estados.
Después de una exhaustiva revisión de más de 900 publicaciones científicas sobre el impacto de las actividades artísticas en la salud física, mental y emocional de las personas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que “las actividades artísticas, desde el baile al canto, desde la lectura al teatro, benefician la salud y pueden ayudar a tratar complicados problemas como la diabetes, la obesidad, el Parkinson o las enfermedades mentales”. De igual forma, en esta investigación se puede observar cómo destacan las artes como mecanismos de expresión, que desarrollan una influencia positiva en la salud de las personas a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo hasta una avanzada edad, e incluso como mecanismo de participación social que aumenta el bien-estar de las comunidades disminuyendo los índices de exposición a situaciones violentas.
La investigación resalta que diversas metodologías artísticas tienen un impacto más profundo que incluso trasciende el terreno de los resultados, pudiéndose convertir en potenciales tratamientos con mayor rentabilidad que los más tradicionales. Cabe resaltar ejemplos de cómo las personas con patologías asociadas a estados depresivos obtienen grandes beneficios al estar expuestos a practicas ligadas a la pintura, la escultura o la música; cómo la exposición a estímulos sonoros y ritmos particulares puede aumentar la liberación de neurotransmisores asociados a estados de bien-estar disminuyendo el estrés y la ansiedad; de igual forma promueven espacios para la recuperación en procesos de duelo o pérdidas afectivas, estimulan y ayudan a las funciones cognitivas de personas con demencia, así como favorecen el alivio, disminución del dolor y del malestar en personas con enfermedades físicas, entre muchos otros provechos.
Con base en todas estas bondades, se abren posibilidades cada vez más claras para la colaboración interdisciplinaria entre los sectores artísticos y sanitarios y, cómo lo nombra la directora regional de la OMS para Europa Piroska Östlin, “Ofrecen una dimensión añadida al cómo podemos mejorar nuestra salud física y mental, considerando la salud y el bienestar en un contexto social y comunitario más amplio, ofreciendo soluciones que hasta el momento la práctica médica común no ha podido abordar con eficacia”.
En Trinidad hemos tenido la valiosa oportunidad de validar desde nuestros inicios el gran poder sanador del arte, es por ello, por lo que continuaremos promoviendo el uso de las terapias expresivas /creativas; fomentando y reafirmando la creatividad del ser humano, lugar sagrado desde donde siempre podremos conectar, para realizar mejores aprendizajes y con mayor conciencia avanzar en la vida, incluso en situaciones adversas a las que nos enfrentamos en nuestro camino.
Equipo Trinidad
REFERENCIAS
https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/329834/9789289054553-eng.pdf?sequence=3&isAllowed=y