No llores porque terminó…sonríe porque sucedió. (Gabriel García Márquez)
No es posible separar la vida de la muerte, ni contemplarla sin reconocer su estado de impermanencia y finitud, esta realidad no solo aplica a procesos asociados a la pérdida de seres queridos, sino también a experiencias que vivimos permanentemente en las relaciones, el trabajo, la salud, la economía, el estudio, etc. La vida comprende ciclos de muerte y renacimiento continuos.
En este transitar cotidiano, podemos enfrentarnos ante situaciones que nos estancan o nos generan la sensación de detener nuestra existencia por lo difícil, complejo o doloroso que traen implícito; de allí que cuando salimos de ellas o logramos resolver nuestros estados críticos expresamos frases tales como: “siento que he vuelto a vivir”, “es como si volviera a nacer”, “ahora veo la luz después del túnel”, “me volvió la vida al cuerpo” entre muchas otras que simbólicamente quieren manifestar que volvemos a sentirnos vivos.
Contemplar la “muerte y la vida como dos caras de una misma moneda” implica un estado constante de atención a la posibilidad de que aquello que amamos y que nos importa puede dejar de ser, así como la toma de consciencia para comprender que podemos continuar y reinventarnos una y otra vez, cuando atravesamos por alguna pérdida o cambio de nuestras circunstancias vitales.
Para vivir de manera plena y significativa el día a día, necesitamos cultivar una actitud existencial orientada al momento presente, con una mirada puesta en la posibilidad que lo que somos o lo que tenemos podría no estar, dejando de asumir la vida como si la tuviéramos comprada eternamente, dando valor así a cada instante y detalle que habitemos y actuando de manera coherente con la certeza de que las cosas van a tener fin.
Valorar a través del cuidado diario, todo aquello que nos importa, es una excelente forma de agradecer lo que aún vive entre nosotros. Reconociéndolo, damos paso a una nueva manera de habitarnos interiormente, siendo su principal objetivo identificar los principios y los finales de cada momento y situación, dándole el valor que corresponde a cada uno de ellos, tomando lo mejor de las experiencias y creciendo a través de los momentos de tensión y dolor, que nos permiten ver más allá de nuestras propias limitantes.
La negación o no contacto con estos principios tienen un alto costo para la vida: le quitan el brillo y la posibilidad de transformarnos continuamente, pues podríamos caminarla en automático mientras se no escapan momentos valiosos.
A continuación te compartimos algunas recomendaciones que te permitirán aumentar tu consciencia frente al contacto con la vida reconociendo el poder de valorar en el presente y evitando la postergación que lleva al sufrimiento:
• Huellas de sentido: En la mañana cuando despiertes reconoce 3 aspectos valiosos en tu vida por los cuales te levantas a construir un mejor futuro o que te dan la “gasolina vital” para seguir adelante día a día: haz el ejercicio por una semana y anótalos en alguna agenda o diario; permítete identificar lo que es valioso para tu vida; así podrás elegir continuamente como cuidarlo.
• Identifica cómo sería vivir tu vida sin uno de tus sentidos funcionales (gusto, olfato, vista, tacto, escucha): desarrolla a lo largo del día una especial atención en el que elegiste y trata de percibir con mucha atención todo lo que te acontece desde ese sentido particular.
• Pausas conscientes al finalizar el día: tómate un espacio en las noches antes de ir a dormir para contactar contigo mismo y darte cuenta cómo transcurrió tu día, que dificultades enfrentaste, de que manera las afrontaste, cuáles fueron tus logros percibidos así como lo que podrías mejorar. Establece un compromiso de mayor atención ante aquellos aspectos que puedes mejorar y enfócate en trabajarlos al día siguiente.
• Construye una línea de tiempo de dos años de tu vida dividida por trimestres: tomando como punto de referencia el momento actual de vida divide en retrospectiva (hacia atrás) cuatro trimestres (un año) y proyectivamente otros cuatro trimestres (un año).
• En la visión retrospectiva, haz un análisis de aquellas situaciones que se presentaron en cada uno de estos momentos e identifica cómo afrontaste cada una de estas situaciones, qué habilidades o recursos te sirvieron para hacerlo, qué aprendiste de ellas y en que te fortalecieron como persona; si aún estás atravesando por alguna de ellas, reconoce qué necesitas para poder afrontarlas o darles un cierre. Recuerda que ante los finales, muchas personas se quejan y sufren por lo que no pudieron hacer o por lo que postergaron esperando “enfrentarlo algún día”.
• En la visión proyectiva, observa cómo quieres vivir tu vida en el próximo año: que caminos nuevos debes emprender, que situaciones debes resolver, que cargas debes soltar o delegar para sentirte más libre y cuáles experiencias nuevas debes emprender: esto aplica para situaciones, objetos o personas. Anota acciones puntuales que puedes hacer en cada uno de estos trimestres y que te acerquen hacia lo que quieres. Aprender a vivir de manera significativa implica caminar día a día orientados desde nuestros valores así como cerrar ciclos de lo que ya cumplió un curso en nuestra historia.
Santiago Arjona
Equipo Trinidad
2 Responses
La muerte es parte de la vida.
Excelente escrito. Felicitaciones
Santiago Alfredo.