El manejo integral del estrés implica trabajar en pro de una mejor calidad de vida a través del desarrollo de habilidades, que permiten intervenir las diferentes dimensiones que componen al ser humano: corporal, mental/emocional y espiritual.
En donde estemos, esta triada responde a las formas en que nos enfrentamos a las experiencias que nos pasan, generándose una cascada en el organismo de diferentes reacciones bioquímicas que influyen en los niveles de estrés.
Si tenemos en cuenta que el estrés reduce el flujo sanguíneo hacia la corteza prefrontal, el centro del sentido común y la toma de decisiones, y que los estímulos negativos activan la amígdala dificultando el aprendizaje, debemos enfocar esfuerzos en la reducción de estos aspectos, que afectan la cotidianidad al interior de las organizaciones. Aprender a serenar nuestro cerebro equilibrando los sistemas fisiológicos, debe ser un propósito primordial.
Contamos desde la neurociencia y otros abordajes, con diferentes metodologías y actividades experienciales, educacionales y readaptativas que permiten el entrenamiento en herramientas, que favorecen las capacidades del individuo y de sus equipos para un mejor desempeño laboral, fomentando hábitos saludables que disminuyen altas cargas de estrés.
